Los quimioterápicos ejercen su acción actuando sobre las células cancerígenas, derivadas de células sanas y que comparten con éstas procesos metabólicos y funcionales, por lo que cualquier fármaco que actúe sobre las células cancerígenas también lo hará en mayor o menor grado sobre todas las demás células del organismo. Por ello, los tratamientos quimioterápicos conllevan una serie de efectos más o menos graves sobre el resto del organismo denominados efectos tóxicos o secundarios. En la gran mayoría de los casos se trata de efectos citotóxicos, es decir, efectos tóxicos del fármaco sobre las células sanas.
Las células más afectadas por el efecto citotóxico de la quimioterapia son aquellas células que se dividen muy activamente, como son las de los folículos pilosos, las de la médula ósea, las del tubo digestivo y las del sistema reproductor.
La toxicidad asociada al tratamiento quimioterápico es un aspecto muy importante, principalmente por la influencia negativa que ejerce sobre la calidad de vida de los pacientes, así como por el riesgo vital que puede suponer en algunas circunstancias.
La prevención de los efectos secundarios asociados a cada tipo de fármaco quimioterápico ya es posible gracias al estudio del perfil genético de cada paciente, que nos ofrece una información muy valiosa sobre la predicción de la respuesta al fármaco y su toxicidad, lo que permite al especialista tener un buen control sintomático y al paciente una mejora sustancial en la calidad de vida.
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